Ilustración de Walter Molino, Italia, 1915-1997.
Quiero hablar de la entrega que hacemos de nuestros hijos a los medios de difusión, quienes nos van demostrando cada día la capacidad de formación (o deformación) que poseen. Previo,quiero reflexionar brevemente en algo.
Nada fácil es el tema de criar. En sí las relaciones humanas son complejas, y su condicionante cultural más. Con todo el peso ideológico e histórico que arrastra (y que hoy se construye deconstruyendo) algo de su cotidianidad nos da comodidad. Nos sentimos confortados al depositar a los hijos en la escuela o maternal para poder cumplir con la rutina laboral, y hogareña. O al menos estamos forzados a ese confort. Ojo, es una "necesidad" cuestionable. La misma dinámica nos ha envuelto en esta relación en la que nuestros muchachos tienen 7 horas para la escuela, 9 horas para dormir, 3 o 4 horas para la tv, internet, videojuegos, estar con sus vecinos, amigos, etc, 2 horas para hacer tareas, y unas 2 horas más para cualquier cosa. Mientras eso pasa, algunos padres mantenemos una lucha interna, muy voluntaria, de velar porque la atención que podamos darles no sucumba ante el deseo de entregarnos a ese nuevo y singular apéndice llamado móvil, u otras distracciones o herramientas de... (¿producción, trabajo, ocio?..). Para otros, esto no es motivo de alarma.
Siguiendo con lo de la distribución de las horas, no es mi intención mostrar estadísticas para comprobar que esto sea un patrón homogéneo a nivel global. Obvio que un niño que viva en una ocupación (invasión, o como le denomine en tu país) no se compara al que vive en el country club, o en pleno campo.
Al punto al que voy es que, pese al esfuerzo que han hecho muchas familias en este escenario pandémico por hacer de su hogar una escuela, también hay muchas que lamentablemente, por diversas razones no han podido desarrollar el entorno propicio para educar.
Muchas de esas razones comprensibles y hasta justificables, como la angustia y ansiedad de perder los empleos, la falta de recursos, o en su defecto, la no experticia en la búsqueda y aplicación de recursos didácticos/pedagógicos, el tedio por el confinamiento a un monótono espacio físico, fobias, miedos, aburrimiento, impaciencia, desvían el foco del objetivo en cuestión. .
Una gran mayoría de nosotros nunca vio el hogar como tal foco principal de educación (y la educación va más allá de la enseñanza). La educación es acompañamiento. Es conciencia de ese otro u otra que está experimentando y poniendo en marcha el motor de los sentidos, buscando un/una referente sin saberlo, anhelando genuina guía cuya significancia es protección. .
Protección. ¡Qué potente palabra!. El confinamiento nos ha dado una oportunidad. La oportunidad de ver nítidamente el objetivo: tener conciencia de la responsabilidad que tenemos en la formación de nuestros hijos. Reconsiderar qué contenidos va a ver en el streaming, qué consumirá en las redes sociales, qué semillas "no" sembrarán las distintas modalidades de televisión en sus cabecitas. ¿Control? Los que estamos claros sabemos qué es lo bueno y qué es lo malo, y no nos varamos en complejos. .
Muchos probamos el relativismo y dejamos que el fuego ardiera en nuestro pecho, y terminamos con las vestiduras ardiendo. ¿Para qué más necedad?. No es fácil la crianza en este tiempo, pero es posible cambiar el paradigma. Lee con tu hijo, abstente voluntariamente del móvil u otro apéndice distractor en momentos específicos del día; si tienes un trabajo desde la casa muéstrale cómo lo haces, genérale rutinas, normas y límites, no es nada nuevo. Déjalo ser niño, déjala preguntar. Reconoce tus malas actitudes, dile que también estás aprendiendo, enséñale las palabras perdón, libertad, y plenitud. .
Soy un #rookie en esto. Pero tengo los sentidos, la visión bien nítida, y sé que la lucha en esta era es por el control de las mentes, principalmente de los más pequeños. ¿Vas a luchar? ¿O entregarás tus hijos o los brazos de un sistema fracasado y fraca$ante?.
Quiero hablar de la entrega que hacemos de nuestros hijos a los medios de difusión, quienes nos van demostrando cada día la capacidad de formación (o deformación) que poseen. Previo,quiero reflexionar brevemente en algo.
Nada fácil es el tema de criar. En sí las relaciones humanas son complejas, y su condicionante cultural más. Con todo el peso ideológico e histórico que arrastra (y que hoy se construye deconstruyendo) algo de su cotidianidad nos da comodidad. Nos sentimos confortados al depositar a los hijos en la escuela o maternal para poder cumplir con la rutina laboral, y hogareña. O al menos estamos forzados a ese confort. Ojo, es una "necesidad" cuestionable. La misma dinámica nos ha envuelto en esta relación en la que nuestros muchachos tienen 7 horas para la escuela, 9 horas para dormir, 3 o 4 horas para la tv, internet, videojuegos, estar con sus vecinos, amigos, etc, 2 horas para hacer tareas, y unas 2 horas más para cualquier cosa. Mientras eso pasa, algunos padres mantenemos una lucha interna, muy voluntaria, de velar porque la atención que podamos darles no sucumba ante el deseo de entregarnos a ese nuevo y singular apéndice llamado móvil, u otras distracciones o herramientas de... (¿producción, trabajo, ocio?..). Para otros, esto no es motivo de alarma.
Siguiendo con lo de la distribución de las horas, no es mi intención mostrar estadísticas para comprobar que esto sea un patrón homogéneo a nivel global. Obvio que un niño que viva en una ocupación (invasión, o como le denomine en tu país) no se compara al que vive en el country club, o en pleno campo.
Al punto al que voy es que, pese al esfuerzo que han hecho muchas familias en este escenario pandémico por hacer de su hogar una escuela, también hay muchas que lamentablemente, por diversas razones no han podido desarrollar el entorno propicio para educar.
Muchas de esas razones comprensibles y hasta justificables, como la angustia y ansiedad de perder los empleos, la falta de recursos, o en su defecto, la no experticia en la búsqueda y aplicación de recursos didácticos/pedagógicos, el tedio por el confinamiento a un monótono espacio físico, fobias, miedos, aburrimiento, impaciencia, desvían el foco del objetivo en cuestión. .
Una gran mayoría de nosotros nunca vio el hogar como tal foco principal de educación (y la educación va más allá de la enseñanza). La educación es acompañamiento. Es conciencia de ese otro u otra que está experimentando y poniendo en marcha el motor de los sentidos, buscando un/una referente sin saberlo, anhelando genuina guía cuya significancia es protección. .
Protección. ¡Qué potente palabra!. El confinamiento nos ha dado una oportunidad. La oportunidad de ver nítidamente el objetivo: tener conciencia de la responsabilidad que tenemos en la formación de nuestros hijos. Reconsiderar qué contenidos va a ver en el streaming, qué consumirá en las redes sociales, qué semillas "no" sembrarán las distintas modalidades de televisión en sus cabecitas. ¿Control? Los que estamos claros sabemos qué es lo bueno y qué es lo malo, y no nos varamos en complejos. .
Muchos probamos el relativismo y dejamos que el fuego ardiera en nuestro pecho, y terminamos con las vestiduras ardiendo. ¿Para qué más necedad?. No es fácil la crianza en este tiempo, pero es posible cambiar el paradigma. Lee con tu hijo, abstente voluntariamente del móvil u otro apéndice distractor en momentos específicos del día; si tienes un trabajo desde la casa muéstrale cómo lo haces, genérale rutinas, normas y límites, no es nada nuevo. Déjalo ser niño, déjala preguntar. Reconoce tus malas actitudes, dile que también estás aprendiendo, enséñale las palabras perdón, libertad, y plenitud. .
Soy un #rookie en esto. Pero tengo los sentidos, la visión bien nítida, y sé que la lucha en esta era es por el control de las mentes, principalmente de los más pequeños. ¿Vas a luchar? ¿O entregarás tus hijos o los brazos de un sistema fracasado y fraca$ante?.
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